sábado, 4 de abril de 2009

El poder de nuestras palabras


Cuentan que un maestro oriental estaba en la casa de una familia recitando una oración a un niño enfermo. Un amigo de la familia que observaba se le acercó al final de la oración y le dijo: “Dígales la verdad: unas palabras no van a curar a este niño; no los engañe”. El maestro se volvió, lo insultó y le contestó gritando que no se metiera en el asunto. Este maltrato verbal sorprendió muchísimo al amigo de la familia, pues los maestros orientales nunca se alteran. Después se sonrojó, se alteró y empezó a sudar profusamente. Entonces el maestro lo miró con amor y le dijo: “Si unas palabras te ponen rojo, te alteran y te hacen sudar, ¿por qué no pueden tener el poder de curar?”.

Este es un llamado a que usemos nuestras palabras para construir y no para destruir. Si queremos un mejor ambiente en nuestras casas con nuestras familias, empecemos a usar buenas palabras con nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros hijos; si queremos mejorar nuestra relación sentimental digamos palabras constructivas, de amor, de comprensión a nuestra pareja, no de rabia; si queremos tener buenas relaciones en nuestros centros de estudio o nuestros trabajos, ¿qué hacer?, comenzar a utilizar palabras de compañerismo, de ánimo, palabras positivas. Esto no sólo beneficiará a las personas que nos rodean y el ambiente, sino que también incrementará nuestra propia paz y tranquilidad.

¿Te molesta estar en tu casa, hablar con tus compañeros de trabajo o estudio, y tu relación de pareja ya no anda bien?, si quieres cambiar estas situaciones comienza a utilizar correctamente las palabras y verás cuál es el poder que tienen ellas sobre las situaciones. No esperes cambiar a la gente, ni las situaciones, ni las circunstancias, tampoco critiques tanto, mejor preocúpate de lo que dices.

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